lunes, 23 de marzo de 2009

fks genio 2

Conozco gente en las cuales todas sus sensaciones son pasadas, y creen que pavoneando los ajados, y al menos para mí nunca vistos, hechos del ayer, merecen respeto. No, el único respeto válido es el que genera el hoy, es cuando se admira a alguien por lo que es ahora, no por lo que fue o será. Sólo el hoy es convincente porque lo dice todo realmente, sin necesidad de recurrir a hechos pretéritos.
Los viejos son tan despreciables porque sólo poseen recuerdos y valentías añejas: su presente es repugnante. Es más, se podría decir que viendo las penosas condiciones en las que se hallan los ancianos, uno podría suponer que deliran en sus anécdotas: un viejo que se caga encima y que exhala olores de tumba no pudo haber sido respetable.

Lo mismo sucede con tantos sujetos que alardean del ayer con el orgullo del vencido. Ahora son gordos, pobres, arruinados, tarados o feos. Alguien que es, no necesita explicar ni demostrar nada, porque los hechos hablan por él; no necesita monologar estúpidamente acerca de sus conquistas amorosas o de su belleza del ayer: ahora reúne todas las condiciones para destacarse, y es únicamente el presente, cuan heraldo verídico, quien asevera sus palabras y actos. No tiene que recurrir a fábulas cuasi mitológicas para de alguna manera exculpar la ruina en la que se convirtió.


Yo me alejo de las personas cuando siento que la vulgaridad o la debilidad los diezma. Me adelanto a los hechos como si un alarido de mi interior me guiara.
Qué es lo que realmente me molesta? El entusiasmo idiota y la debilidad prolongada.
El que pierde es porque no fue rápido. No siempre el azar es culpable de la mala suerte, muchas veces es la idiotez propia o la inteligencia ajena quienes determinan los actos.
El que cae una y otra vez no merece misericordia, porque comulgando con las personas débiles nos debilitamos. Con un vencido no debe entablarse ningún tipo de vínculo, si este demostró con el tiempo, no ser capaz de variar su situación. El contacto con el vencido es como el contacto con el leproso: enferma.


Si un sujeto cae una y otra vez, significa que su destino es el fango, y que debe arrastrarse penosamente como los gusanos.
Deja perecer al vencido, ya que su aniquilación será su verdadera victoria: acabará con su triste condición y evitará derribar con él a otras personas movidas por la nefasta humanidad hacia los caídos.


Muchas veces ayudé a mis semejantes, sea dándoles consejos, prestándoles libros de grandes maestros como Vargas Vila o Schopenhauer, compartiendo interminables conversaciones sobre la importancia de mantenerse erguido, aunque sea en una pequeña parcela, antes que estar derribado en un gran terreno; de alguna manera creo que todos pueden ser redimidos, pero cuando alguien cae consecutivamente, y lo que es peor, intenta sermonear desde los excrementos de su impotencia, inmediatamente me alejo. Sin peleas ni explicaciones: escapo de la debilidad como si esta fuese la más temible de las enfermedades.

Me alejo de todo, con una suerte de orgullo que difícilmente pueda ser comunicado. Me satisface plenamente no pertenecer a nada. Mis sensaciones son totalmente antinómicas al resto de las personas, tanto mis gustos sexuales como mi visión de la existencia. Para mí la cima de la necedad es tratar de ser útil, y el más nocivo de los atributos, tener entusiasmo. Ser entusiasta desgasta a todo nivel, nos semeja a la manada y nos hace avanzar con el rebaño.

Yo sé que no hay merecimientos ni recompensas, que nadie tiene lo que merece (hablo de cosas capitales, por Ej. la salud) Si lo mas básico de la vida que es la vida misma es un azar circunstancial, como podemos pretender que los actos nimios sean de nuestra incumbencia? No podemos controlar la vejez ni la muerte, como podremos evitar una desgracia domestica o un revés económico?
Partiendo desde estas premisas, todo es válido y nada lo es, todo se puede realizar y todo se puede evitar. Nada modifica ningún acontecer. No pienso como Calvino en la predestinación, sino que creo que no hay nada que rija el mundo, y que estamos echados acá como payasos en un circo vacío: hacemos lo que podemos con lo que nos tocó en suerte.


Es por ello que todo tipo de vanagloria o desazón prolongadas es imbécil, porque nada depende de nosotros, ni siquiera este minuto que está pasando.


Podemos detener el tiempo? Todo transcurre desde siempre y para siempre, y cada uno de nosotros somos meros pasajeros en un barco que va hacia la deriva, no porque esté perdido, sino porque no existe el horizonte. Si supiésemos que el fin es visible y tangible, que algo nos espera para compensarnos en vida de manera racional, entonces sí se justificaría el esfuerzo, pero hacer las cosas sólo porque un predicador idiota, aun más cobarde que nosotros, nos lo indica? Cumplir con deberes cívicos porque un bribón supo seducir con su aliento viperino a la masa imbécil y hacerse con el poder? Agradecerle a los familiares que nos cuidaron de niños sólo porque necesitaban algo en que creer ya que sus vidas se esfumaban? No hay que mostrarse agradecido ni condescendiente con nadie, por la simple razón de que somos azar, fruto de baba de alcoba.
En cuanto alguien intenta alzar la voz, sea desde el ángulo que sea, es condenado. Desde Jesús hasta Stalin, desde Ghandi hasta Saddam. El mundo acepta los Ideales Absolutos sólo para convertirlos en Realidades Mutables. La sociedad está erigida en falacias complacedoras, inventadas por individuos inteligentes que supieron ganarse el favor de la masa (aunque esta luego, cuan Cronos con sus hijos, los devora)



La gente levanta Idolos solo para derribarlos y crearse así una excusa para continuar sus miserables existencias. Que otra cosa son las ideologías sino el triunfo de la masa? Usan al Idealista de turno sólo para absorberlo, para vaciarlo y sentirse identificados con su fortaleza, mas luego lo descartan y ávidas de novedad y de excitación, buscan un sustituto. Rosbepierre guillotinó cabezas para luego ser él mismo guillotinado.
Es por ello que todo idea es una temeridad, toda acción una condena, y toda entrega una imbecilidad. No se debe hacer nada por nadie, porque cada acto asesina al entusiasta, víctima siempre de sus estúpidas proezas.

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