miércoles, 8 de julio de 2009

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Escuela de sadomasoquismo
Arre, arre, Caballito
Hay veces que sólo “la práctica hace al maestro”. Ahí está entonces, la primera Escuela de Sadomasoquismo Domina Sandra: una casona en penumbras y sin ventanas a la calle en el barrio de Caballito. La encargada de recibir a los alumnos es la Ama Sofía. Cordial cual vendedora inmobiliaria, muestra la sala de tortura light con una cama con soportes para atar o ser atado, látigos de todas las medidas, trajes de cuero y encaje y botas altas con diseño Mujer bonita. Y otra de tortura hard con jaulas y ganchos metálicos y filosos para colgar y retorcer pezones. Cadenas para golpear, prensas para estirar los cuerpos. También una habitación para la lucha y una cuarta donde los hombres pueden volverse mujeres. En un target que contempla principalmente a hombres (un 90%) de clase media alta o altísima: en un fin de semana acuden desde abogados hasta jueces o gerentes y afines que cuelgan el traje en la puerta de entrada para tomar los cursos intensivos de un mes o de una semana. Lo primero es separarlos. Porque acá hay cursos para dominados, dominantes o transformistas. De todo y para todos ofrece el listado de fantasías domesticadas dispuestas a satisfacer la demanda. “Vamos a enseñarles a jugar. Pero primero me tienen que contar todo. Qué quieren, cuáles son sus límites, del 1 al 10 cuánto aguantan.” Tras una introducción teórica, llega el momento del práctico. El alumno pasa a ser, cuerpito gentil, el cornudo, la mujercita, el sobrino que se portó mal, o el etcétera que prefiera. Fantasías nao tem fim, en esto de recibir torturas, golpes y humillaciones. Suena raro, pero para reforzar la idea, el comentario de un egresado de Domina: “Me quedan dos clases de recuerdos. Uno efímero, materializado por los moretones que adornaron mis redondeces traseras, y otro perenne: la experiencia de haber roto la estúpida barrera entretejida de pudor y prejuicios que hasta ahora me había impedido vivir las sensaciones que siempre quise conocer y nunca me había animado a buscar”.

Protagoniza tu propia porno
Estrellas al desnudo
La porno star vernácula Milena Hot y su director Danilo han creado una mini pyme para enseñar con el ejemplo: cómo ser un porno star y filmar en el intento. El gustito completo ronda los 5 mil pesos. Para una pareja con ese presupuesto, el team Mile-Danilo cuenta con set de filmación profesional, maquillador, peinador y productor-vestuarista, además de un rato de debate para el guión y una charla previa con la mujer de la pareja. Milena sabe que “para que todo salga bien hay que trabajar con ella”. “Voy a enseñarte trucos para que lo sorprendas”, asegurará, consolador en mano. Mostrará también formas de practicar sexo oral “todo sin manos: sólo la boca, los labios, la lengua”. Y después le dará la fórmula de la película perfecta: “Primero oral, después vaginal y anal”. Por último, Milena expondrá las reglas: el uso de preservativos es insorteable y la participación de Milena estará guiada por el director (“porque los que vienen acá son fans de ella y llegan con la idea de doblegarla, entonces la tengo que cuidar”). La confianza al aprendiz de actor (“si no se me para, me muero”) se la da Danilo: “Siempre puede pasar, pero cualquier cosa yo filmo otro cuadro”. Y fin de las reglas, empieza el juego. Una erección dudosa (“siempre pasa”) y un sexo que de tan filmado se vuelve casi mecánico. Algún intento del hombre por romper las reglas (un tirón de pelo a Milena) y una frenada a tiempo. Finalmente, las sonrisas cómplices ante el arengue constante y bajito (“tranqui, chicos, está saliendo bárbaro”). ¿El resultado? Una película no editada, pero dirigida ¿y actuada? a lo profesional.

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